Una mañana, mientras la estatua de Cristóbal Colón contemplaba su glorieta en Paseo de la Reforma vislumbró que se acercaba un mar de gente. De pronto descubrió humanos trepando sobre su monumento hasta colocarle una manta en el cuello: “V centenario de la masacre indígena”.
Le cayó pintura roja, amarilla, escupitajos y consignas: “Repudio al conquistador”, “Respeto a los indígenas”, “Cristóbal Colón al paredón”, “No queremos a Colón ni siquiera en el panteón”, “México no festeja, está de luto”, “500 años de resistencia”, “Colón a España con otra pin… maña”, contaron periodistas de EL UNIVERSAL.
Era 12 de octubre de 1992, Quinto Centenario del llamado “Descubrimiento de América”, también conocido como “Día de la Raza”, para esa fecha los gobiernos habían planeado grandes festejos para conmemorarlo.
Fabián Bonilla, doctor en Ciencias Sociales, explica en entrevista que por un lado estaba la celebración del “descubrimiento” y por el otro la respuesta desde el cuestionamiento a esa fiesta; del mismo modo, mientras unos veían en Colón la hazaña de un héroe, otros “el inicio de un proceso de muerte, colonización y conquista”.
Así, ese día en la Ciudad de México diversos contingentes opositores (se estimó eran cerca de 25 mil personas) partieron rumbo al Zócalo desde la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupe, los monumentos a la Revolución y a los Niños Héroes, el Museo de Antropología y el Árbol de la Noche Triste, que rebautizaron como “Árbol de la Victoria”
También hubo manifestaciones en otros estados. En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, cerca de 10 mil personas marcharon y derribaron la estatua del conquistador Diego de Mazariegos; en Michoacán otro grupo decapitó e hizo pedazos la del virrey Antonio de Mendoza.
La Glorieta de Colón, en la avenida Reforma de la capital, fue uno de los puntos de mayor efervescencia en las marchas. En 1877 ahí se había alzado un monumento dedicado a ese hombre, quien murió sin tener idea de que no había llegado a la India, sino a un territorio hasta entonces desconocido en aquel lado del mundo, con el tiempo lo nombrarían América.
¿Quién puso ahí esa polémica estatua y quién la quiso derrocar?
Las dos estatuas de Colón
En la Ciudad de México no hay una, sino dos estatuas dedicadas a Cristóbal Colón, “desbordante pasión por lo pasado que lleva a honrar dos veces la misma figura”, escribe el investigador José Manuel Villalpando.
Villalpando cuenta que la primera se creó a mediados del siglo XIX por iniciativa de José Bernardo Couto, presidente de la Junta Directiva de la Academia de San Carlos, quien, con el visto bueno del gobierno de la República, pidió al catalán Manuel Vilar que hiciera una escultura de este personaje.
Couto dijo en aquel entonces que uno de los objetivos era “pagar en nombre de la Patria una deuda de gratitud. Es bien extraño que en todo el continente americano no se haya erigido durante el espacio de más de tres siglos monumento que atestigüe el reconocimiento del Nuevo Mundo hacia el hombre a quien lo debe todo”.
El modelo de yeso estuvo listo en 1858, pero permaneció en las galerías de la Academia hasta 1892, cuando fue vaciado en bronce, colocado en la antigua estación de Buenavista y develado por Porfirio Díaz en una gran ceremonia por los festejos del Cuarto Centenario del “Descubrimiento”, aquel 12 de octubre
Sin embargo, apenas 15 años atrás, ya se había ubicado otro monumento a Colón en la capital, un proyecto del empresario Antonio Escandón.
Aunque Escandón primero había aprobado la propuesta del arquitecto Ramón Rodríguez Arrangoiti, quien pensaba retomar la obra de Vilar, de último momento decidió que fuera el francés Carlos Cordier el encargado de concretarla.
La escultura de Cordier atravesó los océanos, como el mismo Colón, y llegó en cajas a Veracruz, la colocaron en 1877 en el mismo sitio donde alguna vez el emperador Maximiliano también había querido honrar a ese personaje: Paseo de la Reforma.
Fabián Bonilla explica que los monumentos son un recurso utilizado por los intereses del Estados Nación para sintetizar o simplificar relatos históricos complejos, en el caso de Cristóbal Colón se representa algo más allá de lo humano, hay una mitología en torno al “primer hombre moderno”, de ciencia, un relato del “descubrimiento” como una invención: “es el personaje bajo este relato hegemónico”.
De acuerdo con Bonilla, también es importante recordar que las estatuas o monumentos “se ponen en el espacio público precisamente para ser significados ahí”.
Un cataclismo anunciado entre ofrendas florales
En España el 12 de octubre era considerado un día de fiesta nacional; en México cada año se acostumbraba que las embajadas de España e Italia colocaran coronas de flores en el monumento al Colón de Reforma.
Cuando estaban por cumplirse 500 años de ese hecho histórico, España comenzó los preparativos de un gran festejo en el que pretendía la participación de diversos países del continente americano.
Tres años antes ya se había manifestado la inconformidad. El 12 de octubre de 1989 integrantes de la Coordinadora Nacional de Pueblos Indios (CNPI) marcharon del Monumento a la Revolución al Zócalo y anunciaron una solicitud al presidente Carlos Salinas de Gortari para que declinara la participación de México en esos festejos.
“En el recorrido, que vivió su momento más álgido en el monumento a Colón, donde un grupo de indígenas se apoderó de varias ofrendas florales, se formularon múltiples demandas, entre las que destacan el trato justo y digno que merecen las comunidades indígenas”, destacó la nota publicada en EL UNIVERSAL.
El asesor político de la CNPI, Manuel Villegas, burló el cordón policiaco colocado en el monumento y se llevó varias ofrendas florales dedicadas a Colón para colocarlas en el busto de Cuauhtémoc (a un costado de la Catedral Metropolitana).
Un año después, en 1990, hubo otra marcha, participaron contingentes de diversos pueblos originarios, algunos hicieron guardia y danzaron en el monumento a Cuauhtémoc, luego quemaron las ofrendas florales colocadas a Colón en Reforma.
Para 1991 EL UNIVERSAL anunció en portada: “Más protestas que festejos el Día de la Raza”. Se hablaba de protestas también en Bolivia, Chile, Costa Rica, Honduras, Guatemala y otros países.
En México, nuevamente insistieron con las flores a Colón, aunque más tarde las autoridades delegacionales ordenaron su retiro, pues ahí se reuniría la marcha de la CNPI, la cual denunció los asesinatos de 3 mil 500 personas de pueblos originarios en ese año y el desalojo violento de 5 mil comunidades.
Así llegó el Quinto Centenario.
Los emblemáticos 500 años
“Era emblemático pensar los 500 años como una fecha muy significativa que después se convirtió en un eslogan de lucha, 500 años de lucha, de resistencia, nada qué celebrar”, comenta el doctor Bonilla, “se aprovechan este tipo de momentos o de eventos para poder mostrar otro tipo de espacios para expresar su descontento”.
“El hecho de que hubiese una manifestación en contra o una acción directa, una intervención de esa misma estatua implica que no están cerradas las heridas, de esta manera hay una necesidad de que sea conocida otra historia, porque al final hemos estado muy determinados por UNA narración y por otro lado existen múltiples narraciones de lo que sucedió”, expone.
Para 1994, cuando ya había sucedido el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, de nuevo hubo protestas aquel 12 de octubre. En esa ocasión la figura de Colón en Reforma se encontró con más personas que treparon sobre él, colocaron cuerdas y tiraron de ellas para tratar de derribarlo.
Según la nota de EL UNIVERSAL, la fuerza de los 300 integrantes de la CNPI no fue suficiente para tumbarlo e intentaron amarrar lazos a un camión de la Ruta 100 para obtener más potencia; sin embargo, un grupo de granaderos lo evitó.
En años posteriores, el Colón de bronce ya esperaba a los manifestantes y comenzaron a protegerlo con vallas de granaderos.
Este 2020, tras el fallecimiento de George Floyd, quien murió cuando era arrestado por la policía en Minneapolis, manifestantes antirracistas de Estados Unidos y de la Unión Europea retiraron o tiraron estatuas de personajes como Cristóbal Colón por considerarlos “esclavistas”.
En México surgió una petición en la plataforma Change.org para retirar la estatua, por iniciativa de Aldo Fabián Hernández, quien afirmó: “La existencia del ‘Colón de Reforma’ es una muestra de la persistencia del colonialismo en nuestro país, no aporta al entendimiento de nuestra historia y es una afrenta a las víctimas del colonialismo”.
Asimismo, bajo el lema “Lo vamos a derribar”, diversos colectivos convocaron a tirar la estatua de Colón en Reforma este 12 de octubre; sin embargo, la figura de bronce fue retirada por las autoridades capitalinas durante la madrugada del 10 de octubre para ser restaurado.
“No sólo es Colón”, dice Bonilla, “hasta hace muy poco se empezó a tomar en cuenta que hay abusos de memoria en cuanto a la generación de este tipo de estatuas y monumentos, denominaciones de calles y espacios públicos que tienen el nombre de alguien que no hizo un bien colectivo”.
“En esa idea de tumbar o derrocar no sólo es eso, uno tendría que salirse de la mirada hegemónica”, explica. A su parecer, cada vez hay más personas que toman consciencia de los significados profundos que hay detrás del levantamiento y derrumbe de un monumento:
“Ahí hay algo, ahí se juega algo, es precisamente cómo se representan procesos o narraciones, en este caso una narración histórica tan intocable hasta ahora… implica pensar que un mismo movimiento desde el poder se puede contraponer aplicando la misma fuerza, así como se levanta algo, también se tumba”.